El lugar que fuimos – notas de un viaje familiar

El lugar que fuimos – notas de un viaje familiar

Prólogo

El lugar que fuimos

Hay viajes que no comienzan cuando uno parte, sino cuando el corazón empieza a recordar.

Este no fue un viaje cualquiera. Fue un regreso. Un volver a un sitio que alguna vez llamamos hogar, donde las calles tenían nuestros pasos y el viento conocía nuestros nombres.

Durante cinco años, Arraial do Cabo fue más que un punto en el mapa: fue el escenario de nuestra vida cotidiana. Allí aprendimos a mirar el mar sin prisa, a reconocer el sonido de las olas como parte de la rutina, a compartir con amigos que se volvieron familia. Fue el lugar donde crecimos como personas y como familia, donde el tiempo parecía tener otro ritmo.

Volver, años después, fue reencontrarse con todo eso. Con los rostros queridos de quienes compartieron aquel tramo de vida, con los colores de un mar que parece inventado, con las calles que guardaban huellas que creíamos borradas.

A cada paso, la memoria se abría como una puerta conocida: el café de la esquina donde alguna vez planeamos proyectos, la playa donde July daba sus primeros pasos, las charlas interminables con Enoy, Karla, Roni, Leandro y Dhenifer, que siguen sonando en la cabeza como si el tiempo no hubiera pasado.

Pero sí pasó. Y eso también se siente. Porque volver no es solo revivir lo que fue, sino entender lo que cambió —en los lugares y en nosotros.

Las casas tienen otros colores, los amigos nuevas historias, y uno mismo ya no mira con los mismos ojos. Sin embargo, hay algo que permanece: ese hilo invisible que une los recuerdos con el presente.

Este viaje en familia fue una manera de cerrar un círculo y abrir otro. De mostrarle a nuestra hija el lugar donde aprendimos tanto. De agradecer, una vez más, a quienes nos acompañaron en aquella etapa, y también a la vida por permitirnos volver.

“El lugar que fuimos” no habla solo de Arraial do Cabo. Habla de nosotros, de lo que fuimos allí y de lo que seguimos siendo a pesar de la distancia y el paso del tiempo. Porque hay lugares que no se visitan: se habitan, y cuando se van, se quedan viviendo dentro nuestro.

Estas páginas son eso: una forma de volver. No solo a un sitio, sino a una parte de nosotros mismos.

Y a vos, Arraial, gracias por esperarnos como si nunca nos hubiéramos ido.

Día 1 – 28 y 29 de Septiembre | El viaje comienza

16:00 hs. Todo estaba listo: valijas cerradas, mochilas listas y la emoción flotando en el aire.
Cons nos pasa a buscar; Carolina llega con Joaquín, y entre abrazos y risas nos despedimos de Ada.
Ese momento, aunque corto, siempre tiene su magia. La mezcla de alegría y ese nudo en el estómago que aparece antes de empezar algo nuevo.

Nos subimos al auto —nosotros tres y Cons.— rumbo a Liniers. Cada kilómetro acercaba la sensación de que el viaje, ahora sí, había empezado.
En la terminal nos esperaba el ómnibus 20 de Junio, que saldría hacia Puerto Iguazú a las 18:00 hs.
Subir, encontrar los asientos, acomodar las cosas, y sentir ese arranque del motor fue una pequeña victoria.
Mate, snacks, juegos, risas y el paisaje que se deslizaba lento por la ventana.
Cada curva del camino parecía decir: “Vamos bien.”

Durante la noche, el bus se fue llenando de silencio.
Solo el murmullo del motor y el resplandor de los pueblos que pasaban. Dormir a medias, soñar un poco, despertar con los primeros rayos del norte.
El verde comenzaba a aparecer.

Ya cerca del mediodía del 29 llegamos a Puerto Iguazú. Calor, más de treinta grados, y ese aire húmedo que te abraza de golpe.
Cruzamos a Brasil rumbo a Foz do Iguaçu, con el trámite de migraciones que esta vez tuvo su pequeña anécdota: los documentos vencidos y la charla con los oficiales. Por suerte, todo bien. Solo unas explicaciones, un respiro, y la promesa de pasar luego por la Policía Federal.
Nada grave. Parte del viaje.

Ya instalados en el Hotel Iguaçu Centro, entre bus y Uber, el cuerpo pedía descanso.
Era la primera vez que July dormía en un hotel. La dejamos abrir la puerta y su cara lo dijo todo.
Esa mezcla de sorpresa y alegría que vale más que cualquier paisaje.

Por la tarde, pileta para ella y algo de relax para nosotros.
El cansancio se fue diluyendo entre risas, agua y planes para los días que venían.
La noche cerró tranquila, con esa sensación hermosa de haber empezado algo grande.

💭 Reflexión del día

Los viajes no empiezan cuando uno llega, sino cuando se anima a salir.
Y cada partida es, en el fondo, una forma de volver a encontrarse.

El viaje comienza

“Primeras risas, primeros kilómetros. Todo empieza cuando se deja atrás lo conocido.”

📍 Nota del recorrido

•Tramo: Buenos Aires Puerto Iguazú Foz do Iguaçu

Día 2 – 30 de Septiembre | El día que llovió y hubo cambio de planes

07:00 hs. Amanecimos después de dormir muuucho. Qué bien se siente cuando el cuerpo por fin descansa.
Bajamos al desayuno y, otra vez, esa sensación de hotel que tanto se disfruta: café, panes, jugos, frutas. De todo.

Después de un rato salimos a buscar un súper. Queríamos tener algunas cosas básicas para guardar en la mini heladera del cuarto.
El día estaba nublado, y el pronóstico no prometía mucho. Igual decidimos ir a Puerto Iguazú y visitar las cataratas.

Ya listos —baño, zapatillas, mochilas y todos los documentos— salimos a la parada. El bus estaba a solo unos metros del hotel.
El cielo, oscuro. Pero las ganas, intactas.

A la media hora, justo al cruzar migraciones, la lluvia nos alcanzó.
Empezó suave, después fuerte, hasta que el cielo se soltó del todo.
Nos refugiamos un rato, mirando cómo la gente corría, cómo algunos vendían paraguas y otros ofrecían llevar turistas.
Esperamos, charlamos, dudamos… y al final decidimos no arriesgar.
A veces hay que saber volver a tiempo.

Tomamos el bus de regreso. Solo nosotros tres y el chofer. Majo, charlando con él, terminó sacando toda la información que necesitábamos para el día siguiente: cómo llegar directo a las cataratas del lado argentino, horarios, paradas.
Hasta la lluvia tenía su propósito.

Ya en el hotel, un rato de descanso y luego salimos a comer. A pocos metros había un restaurante de comida libre. Abundante, sabroso, y con esa mezcla de platos que parece pensada para viajeros.
Comimos sin apuro mientras afuera seguía lloviendo.

Después, otra parada por el súper, algunas compras para los sándwiches del día siguiente, y una visita rápida a una tienda de VIVO para resolver la línea de Majo. Nada grave, parte del itinerario de cada viaje: los detalles que hacen que todo funcione.

De regreso, duchas, juegos de ahorcado entre Majo y July, y esa sensación tranquila de estar exactamente donde uno tiene que estar.
El día no salió como lo planeamos, pero igual terminó bien.

💭 Reflexión del día

La lluvia cambió los planes, pero no el espíritu.
A veces los mejores recuerdos nacen en los días que parecen perdidos.

El día que llovió y hubo cambio de planes

📍 Nota del recorrido

•Tramo: Foz do Iguaçu Puerto Iguazú

Día 3 – 1 de Octubre | Cataratas 🇦🇷 ¡Allá vamos!

06:30 hs. Cuesta abrir los ojos, pero la emoción gana. Hoy es el gran día: ¡Cataratas del Iguazú!
Cada uno se va desperezando como puede. July, que siempre se hace la remolona, se levanta apenas escucha la palabra “Cataratas”.

Después de un desayuno abundante — ya estábamos listos.
Mochilas, botellas de agua, galletas y toda la energía posible para el día que se venía.
Salimos hacia la parada del bus. El Crucero del Norte, el mismo que habíamos investigado ayer, era el indicado. Ya sabíamos todo: recorrido, precio y dónde bajarnos. Nos sentimos casi locales.

A media mañana cruzamos la frontera argentina. Nuestra tercera salida del país en tres días. Migraciones fue rápida, casi rutinaria.
Un rato después ya estábamos en otro bus, directo a la entrada del Parque Nacional Iguazú.

La entrada al parque impone: el cartel, la gente, los idiomas mezclados, los mapas con nombres que uno escuchó toda la vida. Pagamos las entradas, respiramos hondo y arrancamos.
El plan era claro: La Garganta del Diablo primero.

En la estación central tomamos el tren que atraviesa la selva. Mientras avanzaba despacio, July miraba por la ventana sin pestañear. El verde era total. Pájaros, mariposas, coatíes que cruzaban sin miedo.
Nos encontramos con una pareja de brasileños que habíamos conocido el día anterior. Sonrisas, coincidencias de ruta.

Al llegar al circuito de la Garganta, el sonido del agua empezó a sentirse a lo lejos. Luego, una bruma blanca que se levantaba entre el verde.
Y ahí estaba.
Esa fuerza, ese rugido que no se explica con palabras. Nos quedamos quietos.
Hicimos fotos, claro, pero también silencio. Un silencio necesario, de esos que te conectan con el lugar.

July no podía dejar de mirar. Yo también.

De regreso, más tranquilos, los coatíes se acercaban buscando comida y las urracas volaban cerca del tren como si despidieran a cada visitante.

Por la tarde hicimos el Circuito Superior, un recorrido que combina altura, vistas y esa sensación de estar flotando sobre el agua. Caminamos, comimos algo al paso y seguimos sin apuro.
Cada rincón era una postal. Uno trata de sacar fotos, pero sabe que hay cosas que solo quedan grabadas adentro.

Antes de salir, hicimos el Sendero Verde, unos seiscientos metros de selva, hojas húmedas y cantos de pájaros. Fue el cierre perfecto.
El bus de regreso llegó un poco tarde, pero casi vacío. Solo nosotros tres y el chofer.

Ya en el atardecer, cruzamos el Puente Internacional Tancredo Neves por tercera vez en tres días. Cansados, felices y llenos de imágenes que todavía daban vueltas en la cabeza.
En el hotel hicimos una parada técnica: supermercado, provisiones para el día siguiente, y charla tranquila.
Mañana nos espera otro momento especial: retirar el auto de alquiler y visitar las cataratas del lado brasileño.

La noche terminó con comida, risas y un rato de pileta.
Cansancio del bueno, de ese que te deja el alma contenta.

💭 Reflexión del día

Hay lugares que no se visitan: se sienten.
Y cuando uno los comparte con quienes ama, se vuelven parte de la historia de la familia.
Hoy fue uno de esos días que no se olvidan

Cataratas 🇦🇷 ¡Allá vamos!

📍 Notas del recorrido

•Tramo: Foz do Iguaçu Parque Nacional Iguazú (Argentina)
•Circuitos: Garganta del Diablo, Circuito Superior, Sendero Verde

Día 4 – 2 de Octubre | Hoy Cataratas, pero del lado de Brasil 🇧🇷

07:30 hs. Majo ya está levantada, y me parece escuchar a July dando vueltas. Yo, todavía medio dormido, intento despabilarme.
Nos preparamos para ese gran desayuno que ya se volvió parte del ritual. July lo disfruta como nadie: puede servirse lo que quiera, y las veces que quiera… pura felicidad.

Mientras desayunamos tranquilos, organizamos el día. Hoy tenemos que ir a buscar a nuestro compañero de ruta para los próximos días: el auto de alquiler.

A eso de las 9:30, con July quedándose en la habitación para adelantar algo de tareas de escuela, salimos con Majo rumbo a Localiza Aluguel de Carros. Unas doce cuadras a pie, caminata corta y tranquila.
Al llegar, el lugar es enorme. Solo dos personas atendiendo y nadie más. “Ola, bom dia”, decimos, y empieza la charla: seguros, documentos, detalles.
En unos minutos ya estamos afuera eligiendo el auto. Miramos uno, después otro. Uno negro, otro con baúl más grande, uno más cómodo.
Y ahí está: nuestro compañero de ruta, un Volkswagen Polo. Con el cual haremos unos cuantos kilómetros.

A las 10:30 hacemos las primeras fotos, ajustamos los asientos, y salimos de allí con una sonrisa. Primer viaje: volver al hotel a buscar a July.
Ella nos recibe feliz, y se emociona al ver el auto. La aventura tiene ahora un nuevo compañero.

A las 11:00, mochilas listas, almuerzo preparado (gracias a la organización de Majo) y estacionamiento reservado online, partimos hacia Cataratas do Iguaçu.
Ya no hay fronteras que cruzar, solo camino y paisaje.

12:30 hs. Llegamos al parque. Estacionamos, confirmamos el pago con el código QR y sacamos las entradas en las máquinas automáticas.
R$102 por persona, y todo muy ordenado.
Nos subimos al bus que te lleva hasta el inicio del circuito peatonal. Casi sin esperar.

Y ahí empieza la caminata.
El clima es pesado, húmedo, pero el entusiasmo lo puede todo.
A los pocos metros, lagartijas, mariposas, pájaros, y ese sonido lejano del agua.
El paisaje se abre como una postal interminable: verde, cascadas por todos lados, miradores, barandas.
Cámara en mano, no sabés a dónde mirar primero.

Curioso: no vimos coatíes, y recordé que años atrás estaban por todas partes. Pequeños cambios del tiempo, de los hábitos… quién sabe.

Las pasarelas verdes se van sucediendo una tras otra, hasta llegar a la vista del Salto Santa María y más adelante al Mirante da Garganta do Diabo.
Ahí el espectáculo es total. Agua cayendo con fuerza, viento, bruma, y uno empapado pero feliz.
Sacamos fotos, pedimos a un turista que nos saque una familiar —un señor oriental que resultó ser un genio y nos sacó como veinte.
Luego, sin fotos, solo quedamos un rato mirando. Respirando el momento.

Subimos por la rampa hacia los Elevadores da Garganta do Diabo.
Desde arriba, el panorama es aún más impresionante.
Fotos, risas y, de pronto, una aparición inesperada: dos tucanes posados en las ramas cercanas.
Saltaban, se miraban, volaban juntos y volvían a posarse. Un regalo inesperado, solo para nosotros, los únicos que estábamos ahí mirando.

16:20 hs. Sentados un rato, con ese sonido inconfundible de agua y viento, descansamos y tomamos un poco de agua.
Después emprendemos el regreso, cansados pero felices.
El bus interno nos lleva lentamente por los doce kilómetros del parque. Me sorprende que no sean eléctricos… crítica anotada para dejar en Google más tarde.

Y esta vez, el regreso es simple: tenemos auto.
En media hora ya estamos en el hotel.

La tarde cae suave.
Cenamos algo en el área externa de la pileta, hasta que unas gotas anuncian que el día está llegando a su fin.
Baños, algo de orden y charla.
Mañana será día de ruta, y de esos largos. Pero hoy solo queda disfrutar del cansancio y agradecer por otro día perfecto en familia.

22:22 hs. Más que listos para dormir.
Mañana… ¡a la ruta otra vez!

💭 Reflexión del día

Cada lugar tiene su propio modo de asombrar, y cada regreso a la naturaleza nos recuerda lo esencial:
ver, escuchar, sentir y agradecer.
Hoy las cataratas nos hablaron en su idioma más puro: el del agua cayendo sin fin.

Hoy Cataratas, pero del lado de Brasil 🇧🇷

📍 Notas del recorrido

•Tramo: Foz do Iguaçu Parque Nacional do Iguaçu (Brasil)
•Circuitos: Salto Santa Maria, Mirante da Garganta do Diabo, Elevadores

Día 5 – 3 de Octubre 2025 | Nos despedimos de Foz do Iguaçu y llevamos regalos para Josefina

07:30 hs. Amanecemos tranquilos, cada uno despertando a su ritmo.
Hoy la familia Díaz Isola vuelve a la ruta.

Desayunamos sin apuro, con esa mezcla de emoción y rutina que tienen los días de partida.
A las 9:30, July se queda en el hotel, adelantando tareas de la escuela y disfrutando un rato de estar sola.
Con Majo salimos a buscar unos repuestos para Josefina, y ver si encontramos algo más para mimarla. También pasamos por Localiza para hacer una consulta sobre el auto.

A media mañana, con las gestiones hechas y el Polo ya bien estrenado, regresamos al hotel.
Hora de preparar las últimas cosas: ordenar, cargar el auto y ajustar cada bolso.
Nos esperan casi mil kilómetros por delante.
Destino: Canasvieiras, Florianópolis – Santa Catarina.

11:10 hs. Nos despedimos del hotel que fue nuestro hogar estos días.
Un par de fotos, una última mirada, y a cargar los petates.
Antes de salir, pasamos por el shopping, no para comprar, sino para resolver un trámite pendiente sobre nuestras residencias.
Al parecer debemos enviar un correo con una breve explicación por la ausencia de más de dos años en el país.
Burocracia viajera, parte del camino.

Seguimos rumbo al centro, donde hacemos una parada divertida: unas fotos de July junto a un enorme robot Transformer, un dinosaurio animado y el cartel de “Eu ❤️ Foz do Iguaçu”.
Risas, fotos y esa mezcla de alegría y despedida.
Gracias, Foz. Volveremos.

Ya en ruta, el paisaje cambia: sierras, curvas, subidas y bajadas.
La ruta está impecable, bien señalizada, de esas que invitan a manejar sin apuro.
Mate en mano, música, charlas y kilómetros que se van sumando sin darnos cuenta.

Hacemos una parada para cargar etanol, estirar las piernas y comprar algo para seguir.
El viaje fluye, y aunque el cielo se va poniendo gris, el ánimo sigue arriba.

18:00 hs. Empiezan las lloviznas. La tarde se va transformando en noche.
La ruta se vuelve más tranquila, los camiones dominan el paisaje.
Seguimos atentos, disfrutando la sensación de estar otra vez en movimiento, de tener por delante la carretera y el plan abierto.

23:00 hs. Encontramos un buen lugar para detenernos: Parada Benedita, en Irati – Paraná.
Una estación grande, con baños impecables y espacio para descansar un rato.
Nos quedamos en el auto, medio incómodos, pero tranquilos.
Intentamos dormir un poco. Mañana será otro día… y otra historia en el camino.

💭 Reflexión del día

Partir también es parte del viaje.
Cada despedida guarda algo de lo vivido y abre espacio para lo que viene.
Hoy dejamos atrás Foz, pero llevamos con nosotros más de lo que se puede empacar.

Nos despedimos de Foz do Iguaçu y llevamos regalos para Josefina

📍 Notas del recorrido

•Tramo: Foz do Iguaçu Irati (PR)
•Distancia aproximada: 1000 km hasta Florianópolis
•Parada nocturna: Parada Benedita, Irati – Paraná

Día 6 – 4 de Octubre 2025 | Tramo de viaje a Florianópolis

06:00 hs. Ya no puedo más de estar dentro del auto… cama… casa nocturna.
Despierto al resto: nadie durmió demasiado. Solo July, que logró estirarse un poco en el asiento de atrás, parece haber descansado algo.

A las 6:25 estamos dentro del gran restaurante de la estación. Abierto las 24 horas, lleno de luces, aromas a café y pan recién hecho.
Pedimos unos cafés y un jugo para July, con algo dulce para acompañar.
Un pasada por el baño, lavada de dientes, un poco de agua en la cara… y otra vez a la ruta.
El nuevo tramo nos espera: más de 500 kilómetros hasta Canasvieiras, al norte de Florianópolis.

La mañana avanza tranquila.
Majo, copiloto estrella, va cebando mates y hasta improvisa algo de comida para el camino.
July alterna entre música, mirar por la ventana y filmar con el celular.
Yo manejo, y el mundo pasa en panorámica: campos, neblina, sol intermitente, estaciones de servicio.
Algunas paradas técnicas —combustible, mate, cambio de ropa, aire fresco— y seguimos.

El clima parece jugar con nosotros: lluvia, sol, calor, fresco. En pocos días vivimos todas las estaciones.

13:00 hs. Reconozco algunos tramos del camino, aunque todo cambió mucho.
Más edificios, más autovías, todo más grande.
Pasamos por Camboriú, casi sin darnos cuenta, y de pronto empezamos a ver el mar.
Esa línea azul a lo lejos que se agranda con cada kilómetro.
Y entonces, el puente: cruzar a la isla siempre tiene algo mágico.
A la izquierda, el puente viejo, testigo del paso de los años.

14:30 hs. Llegamos a la posada.
Después de una buena lluvia durante el viaje, parece que trajimos el sol.
Nos reciben con una sonrisa y enseguida bajamos las cosas.
Pocas, pensamos… hasta que vimos las seis mochilas y tres valijas.
“Parece que nos venimos a quedar tres meses”, bromeo mientras acomodamos todo.

En minutos ya estamos instalados.
El hambre apura más que el cansancio, así que salimos a buscar algo para comer.
A las 15:30, sandwiches de milanesa gigantes, una Brahma bien fría y la sensación de misión cumplida.
Brindamos. Segundo destino del viaje familiar inaugurado oficialmente.

Después del almuerzo, vuelta a la posada y un rato de descanso.
Pero el mar llama.
A eso de las cinco y media salimos hacia la playa, apenas a unas cuadras.
El viento sopla, el sol cae lento, y la primera caminata por la orilla se siente como un reinicio.

Casi sin planearlo, terminamos sacando fotos del atardecer.
Y entonces ocurre algo inesperado: un hombre con cámara nos observa desde lejos.
Está fotografiando unas garzas nocturnas, pero en medio del encuadre quedamos nosotros, con el sol cayendo detrás.
Se acerca, sonríe, y nos muestra las imágenes.
Se llama Solino, brasileño, amante de la fotografía. Me pasa su número para enviarlas luego.
Una coincidencia hermosa, de esas que parecen guiños del camino.

20:00 hs. De regreso en la posada, duchas para todos.
21:30 salimos a caminar por el centro de Canasvieiras.
Hay movimiento, pero tranquilo. Restaurantes, heladerías, tiendas y locales con nombres argentinos por todos lados.
Casi todos hablan castellano, como si estuviéramos en una versión paralela del sur.

Antes de volver, pasamos por «Los Hornos» Empanadas.
Un clásico porteño en plena isla. Nos reímos del contraste, compramos unas cuantas y regresamos con el aroma llenando el auto.

22:00 hs. Empanadas, música suave y cuerpos rendidos.
Un largo día termina, y la sensación es clara: llegamos.

💭 Reflexión del día

Cada llegada es una pausa, un respiro en medio del movimiento.
Después de tantos kilómetros, el simple sonido del mar alcanza para recordarnos por qué viajamos:
para sentirnos vivos, juntos, y en camino.

📍 Notas del recorrido

•Tramo: Irati (PR) Florianópolis (SC)
•Distancia: ~500 km

Día 7 – 5 de Octubre 2025 | ¡Canasvieiras, aquí estamos!

Amanecemos más que bien.
Las camas parecen nubes y, después de la noche anterior, esto se siente como el paraíso.
Majo ya está levantada, July desperezándose, y yo me voy directo a la ducha: nada como un buen baño para arrancar el día.

08:15 hs. Golpe en la puerta: llega el desayuno.
No es un banquete, pero tiene de todo —panes, granola, huevos, frutas, jugo, café con leche, torta— y sobre todo, la alegría de que te lo traigan a la habitación.
Desayunamos tranquilos, riendo, y guardamos algunas cositas para más tarde. En viaje, todo se aprovecha.

10:40 hs. Decidimos salir a caminar por la playa.
El mar está algo picado, el viento sopla fuerte y una bruma envuelve toda la costa.
Por momentos asoma el sol, tímido pero presente.
La caminata nos lleva hasta el muelle de Canasvieiras, donde algunos pescadores lanzan sus líneas al agua.
Majo se pone a charlar con uno de ellos, July observa atenta, y yo grabo algunos videos y fotos del momento.
Desde el muelle, la vista de la playa es distinta, más amplia, más serena.
Hay algo reparador en mirar el mar sin apuro.

11:30 hs. Encontramos un tronco grande en la arena y ahí hacemos base.
Mate, sol, y el sonido de las olas como banda sonora.
July empieza a jugar con la arena y construye su propio castillo/montaña, concentrada como si levantara una ciudad.
Nos quedamos así casi una hora, sin tiempo, sin agenda.

Después, decidimos ir hasta un supermercado para reponer provisiones.
Apenas seis cuadras, pero con auto se hace más fácil.
Compramos lo básico: galletas, agua, fiambre y fideos para el almuerzo.

14:00 hs. Almuerzo casero del día: fideos con crema.
Mientras Majo prepara todo, yo abro una Bohemia bien fría —mi pequeño ritual.
Unos maníes de entrada y… ¡a comer!

El sabor de lo simple, el mejor de todos.

15:00 hs. Para bajar la comida, bajamos al área de la pileta.
No es grande, pero la tenemos toda para nosotros.
El sol calienta, las mayas listas, y un rato de descanso sin ruido, sin planes.

16:40 hs. Ya cambiados, salimos a dar una vuelta.
El destino de la tarde: Jurerê, una de las playas más conocidas de Florianópolis.
El barrio impresiona: casas de lujo, autos importados, calles limpias, bares elegantes.
Aun así, el mar sigue siendo el mismo —y eso lo iguala todo.

18:15 hs. Terminamos el paseo en Ponta das Canas, en el extremo norte de la isla.
Desde allí se ve una bahía enorme, con la Ilha do Francês al fondo, recortada por el atardecer.
La luz se va apagando despacio.
Silencio, viento, mar, y nosotros tres ahí, respirando el momento.

De regreso a la posada, la noche nos encuentra con hambre.
Unas compras rápidas, algo para picar, baños y descanso.
Mañana será otro día, pero este —este fue perfecto.

💭 Reflexión del día

A veces, el viaje se trata de no hacer mucho.
De mirar el mar, dejar que el viento te despeine (no a mí) y sentir que, por un rato, no hay más que eso.
Canasvieiras nos enseñó a bajar el ritmo.

¡Canasvieiras, aquí estamos!

📍 Nota del recorrido

•Tramo: Canasvieiras – Jurerê – Ponta das Canas

Epílogo

Muy pronto aquí

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